LA ORDEN
El mensaje llegó puntual, como siempre. “Ama, ¿puedo comprarle otro par? Dígame el precio, lo pagaré sin cuestionar.”
Sofía sonrió mientras jugueteaba con la copa de vino en sus manos. Sabía que Marcos estaba al otro lado de la pantalla, probablemente en su oficina de lujo, con el corazón latiéndole en la garganta mientras esperaba su respuesta. Él no solo compraba ropa interior. Compraba el privilegio de ser humillado, de ser reducido a un simple proveedor de dinero, sin voluntad propia.
“Hoy será diferente, Marcos,” escribió lentamente, dejando que cada palabra se impregnara en su mente. “No quiero que simplemente pagues. Quiero que trabajes por ello.”
El mensaje de respuesta no tardó en llegar: “Lo que usted desee, Ama. Estoy listo.”
“Transferirás 500 euros ahora mismo,” escribió, disfrutando del poder que emanaban sus palabras. “Y después me enviarás un video. Quiero verte arrodillado, con la cartera abierta frente a ti, mostrando lo que estás dispuesto a ofrecerme. Ni una palabra. Solo obediencia.”
La pausa que siguió fue casi tan deliciosa como la respuesta misma. Cuando finalmente llegó la notificación de la transferencia, Sofía sintió un cosquilleo de satisfacción. Su poder sobre él era absoluto, y lo sabía.
“Muy bien,” respondió tras unos minutos. “Ahora escucha. Tengo algo especial para ti: un conjunto nuevo. Rojo, con encaje, diseñado para que lo imagines en mi piel. Pero te costará... 1,000 euros. Y no incluye envío. Si lo quieres, ya sabes lo que tienes que hacer.”
El video llegó antes de lo esperado. Marcos, con su traje impecable y el rostro cubierto por una máscara de cuero negro, estaba de rodillas. Frente a él, su cartera desbordaba billetes que había dispuesto cuidadosamente como una ofrenda. No decía nada, tal y como ella había ordenado.
Sofía apretó los muslos mientras lo veía. La sensación de control la embriagaba, y supo que él estaba completamente a su merced.
“Eres un buen chico,” escribió, sin poder evitar morderse el labio. “Mañana te enviaré una prenda, pero solo si el dinero llega antes de las 9:00 a.m. Si no lo haces, quemaré el conjunto frente a ti. ¿Entendido?”
La respuesta fue inmediata: “Sí, Ama. Haré lo que sea necesario.”
Ella apagó la pantalla, dejándolo con la incertidumbre de si cumpliría su promesa. Sabía que él pasaría la noche en vela, revisando su cuenta bancaria, organizando cada céntimo para asegurar que ella quedara complacida. Y lo mejor de todo era que, aunque él tenía el dinero, el verdadero poder siempre sería suyo.