El subdirector cometió un error

Trabajaba en una conocida empresa como ayudante del director general. Era un apuesto hombre casado de unos 40 años. Le echaba un vistazo a hurtadillas y, lo admito, a veces me ponía muy cachonda por él. Me gustaba más cuando me llamaba a su despacho, donde se sentaba detrás de su gran escritorio de madera, en su sillón de cuero, con la camisa abotonada hasta el cuello, su rostro siempre tan melancólico y severo. Sobre la mesa había una foto de su mujer y sus hijos.

Un lunes llegué al trabajo después del fin de semana de muy buen humor. Con mi traje elegante, me puse a procesar hojas de cálculo como hacía siempre, cuando mi jefe me llamó para que fuera inmediatamente a su despacho. Parecía aterrorizado. Me acerqué tímidamente dando tumbos. No estaba sentado. Estaba de pie, apoyado en su escritorio, mirándome con severidad. Con voz gélida, me dijo que yo había cometido un error en un envío que había costado decenas de miles a su departamento. Me quedé sin habla. Él también guardó silencio.

Esperé que me dijera que estaba despedida, pero en vez de eso dijo: "Bájate la falda". Estaba aterrorizada, pero obedecí. Me quedé delante de él sin nada más que mis zapatos de tacón y un tanga rojo de encaje. Empezó a desabrocharse el cinturón. Uno de cuero de diseño. Me lo tiró. "Te vas a llevar unos buenos azotes en ese precioso culo que tienes por esto", dijo, sin esperar mi resistencia. Cogí el cinturón y me di una palmada en el culo. Me dolió. Me volvió a doler. "Más". Añadí. "Más". Ahora tenía un corte rojo en el culo y lágrimas en los ojos. Era tan humillante y excitante al mismo tiempo.

Se acercó a mí y me empujó bruscamente hacia la mesa. Me inclinó sobre él. Me bajó el tanga y me penetró violentamente. No me esperaba una polla tan enorme hasta que grité. Cuando se corrió, volví a gritar. Me metió el tanga mojado en la boca para que no hiciera ruido y me folló tan fuerte que dolía. La mesa crujió sobre nosotros. De repente se detuvo. Me arrodilló violentamente, me sacó el tanga de la boca y me roció con su semen caliente. "Ahora lárgate", gruñó. Me levanté del suelo, despeinada y borrosa, me subí la falda y me fui.

Más tarde encontré un trabajo mejor pagado en una empresa igual de lucrativa. Pero el jefe, seguimos en contacto secreto hasta el día de hoy.

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